jueves, 10 de marzo de 2011

En la Obscuridad

Se levantó del sillón con pereza y avanzó hacia el televisor. Un segundo después se encontraba rodeada de las más profunda obscuridad; su otros sentidos agudizándose mientras sus ojos se adaptaban a la ausencia súbita de luz. Total silencio. -Por fin- pensó ella trayendo a su mente la imagen de su pequeña hermana durmiendo en su camita, rodeada de princesas de peluche y estrellas de colores en las paredes. Había sido un tormento lograr hacerla dormir y cuando la dejó sola en su recámara con el pequeño destello de nubes girando por toda la habitación, cortesía de la lámpara de noche; la pequeña había llorado con tal fuerza que sus lamentos ahogaban los gritos de Jamie Lee Curtis escapando por un pelo de convertirse en la siguiente víctima de Michael Meyers.

Con pasos lentos subió las escaleras, se asomó por última ocasión a la recámara contigua a la suya y mirando la despeinada cabellera castaña que se adivinaba entre las cobijas, sonrió con ternura. Una vez en su cuarto se cambió, asegurándose de cerrar bien las puertas del clóset y baño contiguo; era absurdo y se avergonzaba de tener que reconocerlo pero aún a sus quince años, no podía dormir con las puertas entreabiertas.

Al sentir el contacto de las frías sábanas con su piel suspiró de placer, estaba cansada. Cuidar a una enana de cinco años era bastante más trabajo del que había previsto, tendría que ser más amable con mamá. Un pequeño crujido en la obscuridad la sobresaltó y con gran aprensión volteó en todas direcciones. Con las cortinas cerradas y sin fuente alguna de luz no podía estar segura pero parecía que la puerta del clóset se había entreabierto. -No puede ser, son las sombras jugándome una mala broma- pensó ella mientras en el fondo de su mente resonaban las palabras con las que había amenazado a su hermana, "Sino te duermes temprano, va a venir el coco a jalarte las piernas!" Tal vez había sido demasiado dura con la pequeña, después de todo sólo quería compañía; pero ella no se iba a quedar en la rosada habitación sin más qué hacer y si la chiquilla bajaba, entonces no habría podido ver 'Halloween'. -Y la disfrutaste tanto con sus chillidos resonando por toda la casa...- Bueno, lo hecho, hecho estaba y no se podía cambiar.

Un nuevo crujido la hizo brincar. Con sudor frío corriéndole la espalda, miró hacia la temida puerta donde un par de destellos brillantes la hizo pensar en ojos mirándola. Con rapidez cerró los párpados, -No es nada; mi conciencia que me mata por no ser más tolerante con la peque. Mañana sábado la voy a llevar al parque y toda va a estar bien- Se concentró en el sonido de autos pasando por la autopista que se encontraba junto a su casa, en los ruidos que la alcanzaban desde la calle con un millón de gente concentrada en la normalidad de sus vidas y los envidió. Mientras todos los monstruos de su infancia la acechaban, cómo desearía poder compartir la normalidad del mundo detrás de su ventana.

El siguiente sonido fue el de algo arrastrándose sin parar, un movimiento lento pero determinado; con propósito. Eso no es el gato. Otro animal; tal vez un... cuerpo?-

El rechinido de la madera del piso cerca de su cama le indicó la dirección de la cosa. Viene hacia a mí!-

El sonido crecía cada vez más claro, arrastrándose inexorablemente hacia ella. Calculó que para ahora debía estar junto a su cama y no pudo más, abrió los ojos y en esta ocasión era innegable, una chamarra negra la miraba silenciosa desde el interior de su armario. Inundada por el pánico se levantó de un brinco, tratando de llegar al interruptor de luz junto a su puerta; deseando que la luz revelaría algo inocuo de lo que se reiría, pero incapaz de afrontarlo en la obscuridad.

-Dónde están mis papás, carajo!- Apenas dio un paso, algo suave y viscoso se enredó entre sus pies precipitándola contra el piso. Su mente iba a mil por hora, tratando al mismo tiempo de encontrar una explicación natural a esta catástrofe e imaginándose qué clase de criatura la asediaba. Con locura trataba de ponerse en pie pero mientras más peleaba, más tenía las piernas inmovilizadas; de pronto sintió un tirón. Algo cayó sobre su cara impidiéndole ver a su atacante o hacia donde la llevaba, intentó gritar en vano pues la misma sensación viscosa se apoderó de su garganta tan pronto encontró una apertura. Peleando con todas sus fuerzas logró descubrirse parcialmente. Con horror entendió que tenía la mitad del cuerpo dentro del clóset. Trató de gritar aún con más fuerza sin mejores resultados; con determinación arrojó su cuerpo hacia la puerta, la agarró con ambas manos pero su opresor era demasiado fuerte. Lo último en desaparecer fueron sus dedos, ensangrentados, dejando detrás suyo sólo una uña mientras la fatídica puerta se cerraba detrás de ella.

1 comentario:

  1. Hola,

    Alguien ha tenido problemas publicando sus comentarios? Siempre pueden hacerlo a través de facebook pero ésta es la opción más sencilla. Por favor, notifíquenme de cualquier contratiempo y haré lo posible por repararlo lo antes posible.

    Saludos!

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