Al mismo tiempo que yo intento avanzar mi carrera como escritora, mi maridito trabaja a tiempo completo (sino no tendría ni computadora para escribir esto) y está estudiando una maestría a tiempo parcial y por si fuera poco, nuestras hijas van a escuelas diferentes de 8am a 6pm y pertenecen a un equipo competitivo de gimnasia olímpica que entrena martes y jueves de 4:30 a 8pm... que tal?
Con tantas cosas es de esperarse que los nervios de todos estén a flor de piel y la más inocente mirada puede inicia una batalla sino se presenta en el momento indicado. Así pues, este miércoles pasado mi Peor-es-nada tenía clase en la Universidad por la tarde, como todos los miércoles, pero además tenía una junta que iba a terminar tarde, así que no podía pasar a recoger a mi pequeñita como le tocaba. El martes a las 10:30 de la noche, cuando yo estoy por quedarme dormida de cansancio me dice sin más particulares: "Oye, mañana tengo unos problemas en la oficina y no voy a poder pasar por la niña. Puedes recogerla tú?"
Por un segundo lo pensé y le dije con toda tranquilidad "Pues fíjate que no". Por la forma en que sus ojos se abrieron como platos y volteó a verme pude deducir que no esperaba mi respuesta. Aquí estaba yo pensando, Pues este hombre que se piensa, que yo no tengo nada más que hacer? Está loco, yo ya tengo que correr como loca por todos lados y además ésto, no, me niego. No lo voy a hacer... Yo ya tenía que recoger a la otra niña en otra escuela, hacer de comer y bañarlas a las dos, así que me monté en mi burro. Poco a poco las voces se fueron elevando y se convirtió en una gran discusión. Entre berrinches aquí y dramas allá (No, no te preocupes; ya veré yo cómo me las arreglo), Mr. Telenovela decidió informarme de exactamente a qué le llama él "problemas" y entendí mejor que no me quedaba de otra más que aceptar; pero no sin antes subrayar el grado de inconveniencia que me causaba su falta de previsión con un melodramático: "Ok, pero voy a tener que faltar a la escuela y si me reprueban va a ser tu culpa". Así finalmente nos fuimos a dormir.
Al día siguiente me salí temprano de la escuela como había planeado y decidí regresar a casa por el coche para que después fuera más rápido recoger a ambas niñas y llegar a tiempo a cocinar y terminar con los deberes hogareños. Ahí voy yo, muy contenta de regreso cuando una amiga me informa que hay venta por final de temporada en una tienda departamental y todas las botas están de remate. Que mujer puede resistirse a tanta tentación??? Pasé rápidamente a la tienda sólo para ver, porque no llevaba mi cartera pero tal y como todo aquel que me conozca podría haber previsto, encontré dos pares de botas bellísimas y a tal precio que no podía negarme pero... mi cartera... demonios!
Como no hay humillación que un par de zapatos no haga menos, decidí llamarle a mi media naranja y pedirle por favor que pasara a liquidarlas porque yo las iba a dejar apartadas. Ahí va mi orgullo- pensé y en ese momento empecé a arrepentirme por dejarme llevar por el enojo. Beto accedió sin pestañear y muy contenta regresé a casa con planes de hacerle un pastelillo... un día de estos.
Llegó el momento de ir por mis hijas y, planeando no tardarme nada, decidí salir en mallones y una chamarra no muy gruesa. Pasé por la mayor primero y juntas nos dirigimos a la escuela de la segunda. Una vez las tres juntas senté a las niñas en sus sillas y me dispuse a partir, excepto que el carro no arrancó... como?? Pero porque!!
Soy una nulidad en mecánica pero sé lo suficiente como para saber que me había quedado sin batería. Y ahora? Porqué Dios, que te he hecho yo a ti??
Por cierto, te dije que había dejado mi cartera en la casa?
Resignada y sintiéndome aún peor llamé a Beto que corrió a entregar un trabajo a la Universidad y me alcanzó en el tiempo record de veinte minutos. Para colmo la temperatura empezó a descender y estábamos a -17 o -18ºC, mis hijas tenían hambre y yo no sentía los dedos de los pies. Con la esperanza de que un amigo pudiera tener cables para pasarnos batería, le llamamos y mientras él llegaba nos metimos a un restaurante que estaba en frente de la escuela. Ahí cenamos y nosotras esperamos al tiempo que ellos buscaban una solución.
Finalmente no se pudo hacer nada porque no teníamos cables. Nuestro amigo nos trajo a la casa y estábamos entrando a las 8:30pm, congelados, cansados, con niñas cochinas, Beto perdió la mitad de su clase y yo llegué sin botas...
Moraleja: Cuando alguien te pida ayuda, piénsalo dos veces antes de decir que no, y si tú vas a pedir ayuda, hazlo con respeto y valorando la importancia del tiempo de otros... no vaya a ser que la vida venga a darte de una lección de modales y como dirían los americanos: Payback is a bitch.
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