La historia que estoy por relatarte sucedió hace tiempo ya y es un clásico dentro de mi familia. Por si no lo habías notado antes, mi familia es propensa a situaciones embarazosas, pero además somos muy buenos para guardar memoria de tales eventos y no permitir que el involucrado olvide nunca el estigma de haberse puesto en evidencia. Esta anécdota involucra a mi mamá y mi abuela, y a riesgo de ser desheredada, aquí te va.
Era la tarde de un domingo común sin mucho que hacer y algo había sucedido al coche de mi papá que tenía que llevarlo a reparar; así pues, enlistó la compañía de su querida madre que podría seguirlo hasta la mismísima Villa en pleno día de la Guadalupana, en coche y a pleno rayo de sol. Por supuesto mi madre no se quedó atrás, que de poder, se habría safado pero es demasiado lista como para saber cuando la invitación es retórica; y yo, que seguramente no tenía nada mejor que hacer. Mi hermana, como toda buena rata saltó del barco y se largó con unos amigos. En tales circunstancias fuimos los cuatro y cuando mi papá entró al taller a dejar el coche y platicar un poco con el mecánico, que resulta ser un familiar; nosotras nos quedamos afuera platicando tranquilamente.
Mi mamá se encontraba a mi derecha, recargada en la defensa de un coche estacionado frente al taller; mi abuela se sentó en una banca metálica localizada a cierta distancia de mi mamá y a mi izquierda. Sin haber más opciones, yo me senté en la banqueta justo entre las dos sin saber que había elegido la mejor posición para atestiguar las grandes habilidades de comunicación de mis mayores influencias femeninas. Mi abuela comienza entonces con "Hay, pues fíjate que Angeles me invitó a una fiesta en su casa"
A lo que mi mamá contesta "Pues que bien, no?"
"La verdad, no se si ir porque Rene no me puede llevar y luego..."
Aquí mi mamá interviene tratando de completar la frase de mi abuela, "Está muy lejos..."
Y mi abue contesta, para mi sorpresa y con toda seguridad: "No, déjate del metro; me voy en autobús pero..."
Mi mamá interviene otra vez "Y para cuando se vaya todo el mundo..."
Mi abue dice "Sí pues, y se tarda muchísimo. Además no tengo..." Y hace señas como tratando de recordar el nombre de algo.
"La dirección!"
Y mi abue concluye "Eso, el regalo"
Para este momento ya no pude más. Ellas estaban completamente convencidas de tener una conversación inteligente, y se entendían! Solté la carcajada, les expliqué lo que pasaba y desde entonces les llamamos Alz y Heimer. Pero no crean que se han redimido... hay aún otro famoso intercambio; esta vez entre mis papás.
Una oficiosa tarde de miércoles regresábamos del cine los cuatro. Mi mamá iba al volante, mi papá como copiloto, yo sentada atrás pero con la cabeza apoyada entre los dos asientos delanteros para no perderme del chisme, y mi hermana, como siempre, perdida en el espacio sin prestarnos la menor atención. La ciudad de México es enorme y complicada, con muchísimos autos, donde llegar a la tienda que está detrás de tu casa te puede tomar 30 min en coche. Así entonces, estábamos atrapados en el tráfico y mi mamá, ya molesta con la situación dice: "Bueno, que tengo cara de idiota? O porqué se me meten a mí todos los coches?"
Mi maravilloso padre entonces suelta: "Ah, pues es que ya son las seis!"
"Y qué a las seis me pongo más idiota???"
Como producto de una familia de características como las de la mía, creo que la genética me ha dado ciertas aptitudes para tener una visión privilegiada cuando se trata de malos entendidos y a veces me pregunto: Si alguien hubiera estado sentado entre Iran e Iraq o entre Bush y Hussein, qué hubiera escuchado?
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