Bueno, esta sí que la debía desde hace mucho tiempo. Después de poner a mi hermana en evidencia mucha gente me ha acusado de no contar mis propias experiencias y aquí estoy para remediar eso. Esta nueva edición de La Mala Suerte empieza alrededor de dos meses después de aquel asunto de la alarma contra incendios.
Como recordarán los lectores recurrentes, aquella madrugada mi esposo y yo fuimos despertados por la alarma contra incendios del edificio donde vivíamos. Bueno, eventualmente nos enteramos que un pobre idiota se había quedado dormido con la estufa prendida... a las tres de la mañana (¡¿?!). No hay necesidad de entrar en detalles sobre la serie de expletivos que salieron de mi boca, confío en su gran capacidad imaginativa.
Pasaron las semanas y una bella tarde de marzo, con el frío del invierno en el pasado y los rayos del sol calentando los días, me encontraba tranquilamente sentada frente a la tele cuidando a mi hija de 15 meses. Con 4 meses de embarazo, la paz de la tarde y la acogedora temperatura se combinaron para causarme un serio caso de somnolencia. Después de media hora de luchar contra el sueño, decidí dejarme vencer. Puse una caricatura para mantener a la pequeña entretenida, tomé una cobija y en el sillón frente a la tele, encontré una posición cómoda para descansar. Caí en un reconfortante sueño sin niños ni obligaciones de casa.
No se cuánto tiempo habrá transcurrido pero no más de treinta minutos después, el estruendoso sonido de la alarma contra incendios me despertó. Me senté de un brinco y busqué con la mirada a mi hija Jordane, que se encontraba junto a mí con las manitas en las orejas preguntándome que era ese ruido.
Que pasa? Me pregunte completamente confundida y estaba por culpar de nueva cuenta a algún idiota por olvidar apagar la estufa cuando
Estufa? La estufa!
Me percaté en ese momento de que la alarma que sonaba no era la del edificio, sino la de mi casa. Corrí a la cocina (tres pasos apenas) y del caldo de pollo que había dejado a fuego bajo salía un denso humo negro. Una vez que mi primer temor se calmó al no haber fuego, mi siguiente pensamiento fue Los Bomberos!. Todo menos pasar otra vergüenza.
A toda prisa corrí por la escoba, me coloqué debajo del detector de humo de la sala y abaniqué con toda la fuerza que pude. El humo empezó a dispersare, Jordane corrió por su escobita y se paró junto a mí repitiendo mi movimiento. En ese momento empieza a sonar el detector de mi recámara.
Maldita sea, no puede ser!!
Con desesperación doy un paso hacia la recámara y ZAZ! siento un golpe que me cruza la cara. Confundida busco que pasó y veo a la niña... había sido un escobazo.
Me carga la...
La inercia del movimiento hace que me tropiece con Jordane y haciendo toda clase de malabares evito mi caída; después de trastabillar por todo el pasillo llego al centro de mi cama, debajo del detector de humo. Abanico nuevamente y entonces se me ocurre: Abrir las ventanas!
El ruido es ensordecedor y lo único en mi mente es hacer algo antes de que un vecino intente rescatarme de entre "las llamas". Me bajo de la cama a toda velocidad y otra vez me toca un palazo en la cara; mientras ruedo cama abajo doy cuenta de qué fue lo que me golpeó; en esta ocasión fue MI escoba. Una vez en el piso logro detener la caída de mi hija, con quien había me había enredado mientras ella intentaba subir a la cama y yo bajar.
"OK Jojo, súbete a la cama y mueve tu escoba super duro, sale?" Le digo, tratando de evitarme otro golpe innecesario.
"Ti mami" me contesta la pobre, que no atina a taparse los oídos y sacudir su escoba al mismo tiempo.
Abro la puerta que da al balcón de mi recámara, corro a la sala, abro la puerta a ese balcón también y me turno a abanicar aquí y allá alternadamente.
Al menos ya hice el ejercicio de la semana
El humo empieza a bajar, -Gracias a Dios- pienso mientras poco a poco me relajo. Declaro oficialmente superada la prueba y bajo mi instrumento de trabajo, esta vez sin darle a nada. Claro, es ahora que me doy cuenta de que el aire que entra esta fresco y yo sólo tengo una playera; me acerco a la ventana y estoy por cerrarla cuando el horrible sonido de otra alarma me saca un... susto. Esta vez sí es la del edificio.
Maldita sea!! Pero porqué?
Abro la puerta apenas una rendija, lo suficiente para mirar hacia afuera sin ser vista. De alguna forma que no entiendo, todo el humo que estaba adentro se encuentra flotando, negro como mi conciencia, en el pasillo.
Carajo! Me cae que sólo a mi me pasan estas cosas.
Cierro la puerta antes de que alguien me vea y considero mis posibilidades:
1. Puedo salir con mi escoba y abanicar en el pasillo... y que me vean todos los vecinos??? NI LOCA.
2. Puedo salir y hacer como que "quién sabe que imbécil dejó la estufa prendida"... mmmm, tentador...
3. Puedo quedarme en la casa y esconderme debajo de la cama... aún mejor...
A traves de las ventanas abiertas oigo la sirena de los bomberos que se aproximan.
A huevo.
Corro a cerrar las ventanas para parecer menos sospechosa, esta bien que esta mejor el clima pero las mías son las únicas abiertas. Sin saber que hacer, me asomo al pasillo cada 5 minutos y observo qué pasa; bomberos suben, bomberos bajan, que es? Gina escondida detrás de la puerta!
Los minutos pasan y Jordane me mira divertida, bajo sus inocentes ojos me siento terriblemente culpable.
No puedo más.
Me asomo nuevamente y veo a otro bombero pasar -Y para colmo, esta guapo...-
"Psst. PSSST"
El extrañado hombre voltea y ve mi cabeza que se asoma detrás de la puerta. Le hago señas para que se acerque y cuando esta frente a mi, se agacha esperando que le cuente mi secreto.
"Yo fui" susurro tan bajo como puedo. El uniformado me mira sin entender palabra. Tomo aire y, queriendo desaparecer de la tierra, procedo a explicarme en un tono un poco más alto, "Fue mi culpa, me quedé dormida pero no pasó nada, no hay fuego ni nada, lo juro! Mi hija ni está en la casa (porque con sólo mirarme cualquiera sabe que tengo una hija), lo juro, se fue con su papá. Yo nunca me habría dormido con la estufa prendida (ahí esta, la terrible confesión!) pero según yo, la había apagado; yo creo que se descompuso. En serio, NUNCA me había pasado."
Las palabras brotan como fuente de mi boca, ni siquiera tomo aire entre frase y frase mientras más pronto termine, mejor. El chico me mira con los ojos cada vez más grandes y no con sorpresa, sino con desconcierto. Si lo hubiera dicho en voz alta no habría sido más claro, sus ojos me decían: Estas loca!
"Ud. fue? Esta bien, no hay problema; no hubo fuego verdad?" Me dice aún sin estar seguro de si entendió bien. Con la cabeza asiento, lo único que quiero es cerrar la puerta de una vez. La idea de esconderme debajo de la cama suena mejor que nunca.
"No se preocupe. Hasta luego" Claramente el muchacho tenía tanta prisa por dejarme ahí, como yo por cerrar la puerta.
Momentos después hay silencio nuevamente y los Bomberos vuelven a sus camiones; si, CAMIONES (2!). Desde la ventana de la recámara de la niña me asomo con discreción y veo a los bomberos señalando mi casa.
Ay Dios mío, nada más esto me faltaba.
Nunca más volví a quejarme por las falsas alarmas, en todo caso sentía cierta tranquilidad al no ser la única bruta, también un poco de pena por el pobre cristiano que tendrá que confesar su despistez.
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