SI
Si para recobrar lo recobrado
tuve que haber sufrido lo sufrido,
Si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,
Si para estar ahora enamorada
fue menester haber estado herida,
Tengo por bien sufrido lo sufrido
y por bien llorado lo llorado,
Porque después de todo he comprendido
que no se goza bien de lo gozado,
sino después de haberlo padecido;
Porque después de todo he comprobado
que lo que tiene el árbol de florido
vive de lo que tiene sepultado.
-Sta. Teresa de Avila-
Y uno no puede más que maravillarse ante el hecho de que esto haya sido escrito por una monja, una SANTA ni más ni menos. Es posible acaso que algo que describe una dolorosa pero enriquecedora experiencia amorosa provenga precisamente de la mente que se ha guardado del amor carnal??
En cualquier caso, es claro que más de una persona en éste y siglos pasados encuentran sus experiencias reflejadas en estas palabras. No importa de dónde eres o de dónde vienes, cuando viviste o con quien; hay dos o tres experiencias (o cuatro o cinco tal vez) a las que todos nos tenemos que enfrentar. El primer amor, nuestra primera exposición a la muerte, el desamor, el sentimiento de pérdida y de dolor, también la alegría y la felicidad.
Muchas personas pasan la vida tratando de evitar el dolor, alejándose de todo aquello que podría resolverse negativamente y resultar en esa sensación de vacío que deja un bonito sueño cuando se acaba.
La vida este llena de estas experiencias y alejarse de ellas es dejar de vivir. No podemos ponernos como meta tener al final de nuestra existencia el cúmulo de experiencias que tendría una flor; bella pero pequeña y frágil, temerosa del frío y la sequía...
Nosotros somos robles que viven y florecen a pesar de lo que el destino les arroje; bellos, es cierto, pero sobretodo imponentes en su edad y grandeza. Habremos de vivir mil y un inviernos sabiendo que la primavera esta a la vuelta de la esquina y que una vez más hemos salido avante, hoy más fuertes de lo que fuimos ayer.
En mi propia experiencia en más de una ocasión la vida me ha dejado hecha un ovillo rodando en el suelo, en la sequía más profunda y con un gran temor a siquiera intentar abrir los ojos. Es entonces cuando más me he sorprendido al finalmente hacer acopio de valor que no reconocía como propio y levantarme. He aprendido que no hay que temer a la vida sino vivir con intensidad los altos y bajos, y cuando estás ahí abajo hay que voltear la mirada colina arriba y echa a andar. No me lamento por lo vivido y he aprendido de ello... Al final cada cicatriz del alma encierra cierta belleza dentro de ella y cuando el otoño toque de nuevo a mi puerta, sé que hay dentro de mí suficiente para ver la próxima primavera.
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