domingo, 3 de julio de 2011

Complicaciones


Como en un libro abierto
leo de tus pupilas en el fondo;
¿A qué fingir el labio
risas que se desmienten con los ojos?

Gustavo A. Béquer. RIMA XLIV



Hace unas semanas recibí un correo de una amiga querida de la que no había escuchado en un buen tiempo. Ella vive en México y yo en Canadá, así que la comunicación es más complicada que en la mayoría de los casos y, a decir verdad, llamar o escribir correos no es lo suyo, por lo que nos ponemos al corriente cada vez que tengo oportunidad de ir a México.

Está bien, me costó un poco de trabajo entenderlo pero ella es así y sé que hay un sentimiento que nos une que es más fuerte que las llamadas telefónicas. Sin embrago, antes de que me mandara dicho correo, publicó unas fotos en facebook sobre sus últimas vacaciones en Nueva York... a 8 horas manejando desde Montreal, en una ciudad a la que nosotros acudimos con regularidad, y ni siquiera recibí una llamada para decir "Hola, estoy por aquí. Me alcanzas?"

Claramente, estaba sentida; así que leí su mensaje con una mezcla de curiosidad y molestia. Para mi sorpresa, ella me reclamaba A MI por no haberle contado acerca de la publicación de mi libro (Perpetual Night. Por cierto, ya tienes tu copia? Nunca es un mal momento para un poco de desvergonzada auto propaganda. ;D).

Mmmm... tenía razón. Pero yo también tenía derecho a mi enojo. Con el tono más apenado e indignado que pude encontrar, contesté explicando lo sorpresivo que había sido lo de la publicación y cómo no lo había compartido con nadie más que mi familia más cercana. Ella a su vez me respondió contándome los detalles de su viaje y cómo había sido puesta en una situación muy complicada que no le había dejado opción para hacerse de un espacio para vernos.

En fin, me perdonó, la perdoné y hoy la vida es bella una vez más; excepto... las dos nos dijimos verdades a medias y las dos lo sabemos. Es más, probablemente nuestras mentiras sirvieron para acallar nuestras propias conciencias más que a la otra.

Toda esta situación me ha hecho reflexionar sobre lo complicado de las relaciones humanas. ¿Porqué nos mentimos unos a otros pero, sobretodo, a nosotros mismos?

Aún en su situación, ella podría haberse tomado media hora una noche antes de dormir y llamarme; yo podría haberle contado sobre uno de los sucesos más importantes de mi vida. La verdad es que, después de un día de poner sonrisas a medias y esforzarse por pasar un buen rato en compañía no tan grata, probablemente estaba demasiado cansada para sostener una conversación ligera y dar explicaciones. Por mi cuenta, yo estaba demasiado concentrada en mi día a día y en el nerviosismo de ver mi primer trabajo en impreso para tomarme el tiempo de llamarle a alguien con quien no suelo conversar por teléfono.

Los puntos anteriores son la verdad fría y sin tapujos, pero es fea y con seguridad no nos hubiera lleva a una reconciliación.

La verdad no nos gusta porque es cruda, vulgar; reduce el amplio espectro de grises dentro de nosotros en un simple blanco o negro. Esa no es forma de vivir. A nosotros nos gustan los tonos diversos, la gama de posibilidades, el romanticismo, y por lo tanto, preferimos una verdad enmascarada donde todos sabemos lo que yace debajo pero elegimos el maquillaje. Si aún lo dudas, pregunta qué quiere decir la gente cuando llama a alguien sincero o franco. Estas palabras son el lápiz labial de la insensibilidad y la rudeza; ahora dime, ¿Cuales dos son más populares?

El secreto de una vida social exitosa es la diplomacia, y qué otra cosa es la diplomacia sino maquillar los hechos y decir verdades a medias? Ahora, no me mal interpretes, no estoy a favor de la mentira ni de la falsedad. Aún disfrazando los mensajes se puede ser honesto, sólo se requiere de creatividad. No necesitas decir: "Estuve muy apurado y ni tiempo tuve para acordarme de tí", cuando puedes decir: "Tuve un día de locos pero en cuanto oí tu voz, mejoró". Confesémoslo, tu mujer o novia estaba a punto de ponerte de patitas en la calle por olvidar llamarle del trabajo por enésima ocasión. No la engañas, ella sabe que lo olvidaste (otra vez!) pero con esta respuesta te ganaste el beneficio de la duda y una larga conversación telefónica para redimirte. A lo mejor hasta te deja dormir en la cama.

Ah, la diplomacia! Sinónimo de romanticismo y complicación. Las relaciones humanas nos retan constantemente para encontrar nuevas formas de decir la verdad sin decirla; para buscar una nueva sombra bajo el sol entre el parapeto de la sinceridad y la mentira. Así que sigue adelante; busca y busca otra vez, y mientras estás en el proceso dime: ¿Cuándo fue la última vez que dijiste la verdad sin tapujos?

No hay comentarios.:

Publicar un comentario