Así pues, entre tristezas y alegrías recordé una poesía que leyera yo en mi infancia y que me recuerda muchísimo a mi madre. Gracias a Dios, aún no puedo decir que haya vivido en carne propia la tristeza de la que habla dicha composición; sin embargo, la pérdida de un ser cercano no me es ajena y todos los que se llaman afortunados como yo, podemos relacionarnos con las pesadillas que de tal ausencia se derivarían.
Porque igual duele un padre o una madre, porque la falta de nuestros seres queridos es siempre difícil de aceptar, aquí les dejo este poema.
A tí que ya no estás entre nosotros, te quiero. Saluda a aquellos que hace tiempo no vemos, los tenemos en nuestro corazón y en nuestros rezos. Dicen que uno sólo muere cuando nadie lo recuerda más; ustedes tienen mucha vida por delante.
UN RECUERDO
Es un recuerdo dulce, pero triste,
de mi temprana edad;
mi madre me llevaba de la mano
por la orilla del mar.
Alzábanse las sombras de la tarde
como pardo cendal,
y a gritar comenzaba en la cañada
en huaco pertinaz.
[…]
Más de improviso, atravesando el viento,
escuchóse fugaz
de las campanas de la aldea vecina
tañido funeral.
Detúvose mi madre y en silencio
la contemplé rezar,
y de llanto llenáronse sus ojos
y se inmutó su faz.
-¿Porqué lloras mi madre? Le decía
con dulce ingenuidad,
y ella me contestó dándome un beso:
-Es preciso llorar;
Que con lúgubre toque las campanas
anunciándome están
que un hombre, como todos, de esta vida
pasó a la eternidad.
-¿Y tú te has de morir? La dije entonces,
¿Tu amor me faltará?
Y ella sin contestar, nomás lloraba
y yo lloraba más.
Sobre su seno recliné mi rostro,
y ella con dulce afán,
enjugando mis lágrimas, decía:
-Vamos, ya está, ya está.
Pocos años después perdí a mi madre,
no ceso de llorar
y en sueños la contemplo cada día;
del Cielo viene ya.
Llega y se acerca hasta tocar mi frente
su rostro celestial,
y con acento tierno me repite:
-Vamos, ya está, ya está.
Rosa Espino.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario